jueves, 15 de mayo de 2014

Encuentro con la montaña












Educación, esfuerzo, naturaleza y armonía son cuatro principios básicos de mi encuentro con la montaña, en este caso el pico Mustallar (1.980 m.). La montaña y el montañismo aparecen en este sentido con cierta frecuencia en sus diferentes versiones.  Esta actividad me permite aportar un testimonio de una actitud y como mensaje de unas ideas que aún ahora son oportunas, más allá de los motivos geográficos, políticos o sociales.
¿No nos ofrecen las montañas en un espacio pequeño un resumen de toda la belleza de la naturaleza?. Las zonas de vegetación se escalonan en sus pendientes: en ellas se puede abrazar en una sola mirada los bosques, las praderas, y cada tarde la luz agonizante del sol que da a las cimas un aspecto maravilloso de transparencia. En nuestros días ya no se adora a las montañas, pero al menos aquellos que las conocen las aman con un amor profundo. En la montaña uno se siente renovado al gustar esa atmósfera de vida; a medida que uno se eleva, el aire se vuelve más ligero; se aspira con más largos períodos para llenar los pulmones, el pecho se hincha, los músculos se estiran, la alegría entra en el alma. El caminante que sube a una montaña se vuelve dueño de sí mismo y responsable de su propia vida: no está sometido a los caprichos de los elementos. Al tocar el suelo, el montañero retoma el uso de sus miembros y de su libertad. Su ojo le sirve para evitar las piedras del sendero, para medir la profundidad de los precipìcios, para descubrir los entrantes y salientes que facilitan la escalada de las paredes.
Es necesario que la vivencia  de la naturaleza y su contemplación sea para todo hombre completo uno de los elementos primordiales de la educación. Hay que mirar sin temor los abismos y guardar en todo su ser físico ese equilibrio natural de las fuerzas sin el cual no se perciben nunca los más bellos lugares sino con un velo de tristeza y de melancolía.


No hay comentarios:

Publicar un comentario